Hace un par de semanas, un bar abría sus puertas por primera vez en una localidad de las Rías Baixas. Noche de viernes. Buena temperatura y muchas ganas de darle la bienvenida al fin de semana. Me adentré en el nuevo local con un buen amigo. Dos camareros jóvenes y amables estaban a cargo del negocio. Pedimos un café y una cerveza. Adivinad, ¿a quién le sirvieron la cerveza? Con toda naturalidad, el camarero me sirvió el café. Se equivocó. En un primer momento, todo ser humano esbozaría una sonrisa de medio lado y pensaría “no pasa nada”. Sin embargo, no es la primera vez que me pasaba. ¿Cuántos de vosotros habéis presenciado esta escena en vuestra propia piel?
Estoy haciendo referencia a un micromachismo cotidiano. Tristemente, éste no es el único. Que los cambiadores para bebés sólo se ubiquen en los servicios públicos femeninos, que la remuneración laboral no siempre sea la misma entre ambos géneros, que las mujeres conducen peor que los hombres o que las tareas del hogar sigan, a día de hoy, de la mano de la mujer son claramente micromachismos. Personalmente, son macromachismos. Día a día, millones de mujeres y hombres son testigo de actitudes de este calibre y, en la mayoría de los casos, no son conscientes o no los identifican como tal. Están normalizados en la sociedad, de ahí la dificultad de percepción. Habitualmente, pueden no parecer perjudiciales, pueden resultar usuales o intrascendentes en la comunicación cotidiana. Sin embargo, en muchas ocasiones se está incubando algo mucho peor, como puede ser la violencia física, psicológica, económica o sexual.
Desgraciadamente, no sólo los hogares y los espacios públicos son los únicos escenarios en los que se manifiestan los micromachismos. En los medios de comunicación y, especialmente, en los spots de grandes marcas (Barbie, Scalextric, Skip, Pronto, Axe, Alfa Romeo,…) son relativamente frecuentes. Anuncios de juguetes que vinculan a las niñas con las muñecas y las cocinas o anuncios de detergente protagonizados por mujeres son muy habituales. El contenido publicitario suele ser reflejo de la sociedad del momento. De hecho, si echamos un vistazo a los spots televisivos de hace cincuenta años podemos extraer mucha información de la época y, sobre todo, muchas diferencias en comparación a la actual. No obstante, en lo que se refiere al contenido machista, todavía se mantienen ciertas pinceladas en la publicidad de hoy en día.
Me produce verdadera vergüenza ajena que, después de todo lo que han luchado miles de mujeres a lo largo de la historia, los micromachismos sigan patentes en la actualidad. No se puede permitir. Mujeres del siglo XXI, no podemos consentir ni la más mínima pincelada de machismo en nuestra sociedad. No echemos por tierra la lucha de mujeres como Emmeline Pankhurst.
Mujeres y hombres, hombres y mujeres, debemos luchar por la absoluta erradicación del machismo y, en general, de las diferencias de género.
Firmado: María García Rodríguez, Graduada en Publicidad y Relaciones Públicas y especializada en Marketing Internacional y Comunicación.