Redacción 30/05/2019

Contando con la aprobación de su autor, nos hacemos eco del horrible recuerdo que se vivió el 29 de mayo de 1991 en el atentado en el que fallecieron 10 personas y resultaron heridas 44

 

 

“Creo que aprender del pasado es fundamental para que no se repitan los peores episodios de nuestra historia. Más de una vez me ha dado por escribir aquí sobre 
guerra, intolerancia u otras cuestiones similares. No voy a arreglar nada, ni lo pretendo, pero por lo menos me relaja. La verdad es que la memoria histórica me parece tan importante como la educación para la ciudadanía, si, estoy convencido, aún que alguno piense que es coña… pero vamos, que esto es España y lo que podría ser cojonudo lo pervertimos y a tomar por culo…

A un fulano como yo pocas cosas le importan realmente a estas alturas de la película. El dinero, el prestigio social un buen coche y otras muchas cosas son ansias del pasado… Pero las que me importan, son mi vida.

Hoy hace veintiocho años, a las siete y pico de la tarde, se produjo uno de los atentados más despiadados, crueles, terroríficos y despreciables de la banda terrorista ETA, que no es decir poco. A esa hora, la casa cuartel de la localidad barcelonesa de Vic, donde residían con sus familias 14 Guardias Civiles, saltaba por los aires. Literalmente. Demasiado humo y un fortísimo olor a explosivo fueron el preludio de la tragedia.

Tres defensores de la patria vasca, tres gudaris, tres héroes todavía a día de hoy para muchos de sus compatriotas, introducían en el recinto del cuartel de Vic un coche bomba cargado con 12 bombonas de butano, cada una de ellas aliñada con 18 kilos de amonal. Un total de 216 kilos de explosivo, era fácil que los honorables héroes no fallasen.

Poco les importó a estos valientes hijos de su madre que la mayoría de los Guardias Civiles no se encontrasen dentro del cuartel, estaban cubriendo una prueba deportiva. Que cabrones los Guardias. Allí estaban sus mujeres y sus hijos, muchos de ellos jugando en el patio. La visión era clara y diáfana. Les dio igual. En aquella época, 1991, la consigna de ETA era clara, el objetivo era causar auténticas carnicerías, cuanto más grandes mejor. Para estos matarifes sin escrúpulos ni alma, no había mejor carne que la de “txakurra” y la de sus hijos, casi mejor, que era más tierna.

El resultado de aquella acción asesina: Más de cuarenta heridos y diez muertos, demasiadas historias rotas por una locura paranoica injustificable bajo el amparo de ninguna bandera, bajo ningún ideal. Demasiadas vidas fueron rotas para siempre por la locura fanática aquel 29 de mayo de 1991, muchas ilusiones segadas por la guadaña de la intolerancia que hoy muchos se esmeran en desempolvar en demasiadas partes de España.

Desgraciadamente hoy, no he visto ni una sola noticia relacionada con este horrible episodio de la historia de nuestro país y desde la más dolorosa rabia creí que era necesario recordar de algún modo a aquellos Guardias Civiles, a sus familias y a los que allí perdieron su vida en una tarde de la España de plomo que parece que algunos quieren olvidar.

Juan Salas y su suegra, Maudilia; Juan y su esposa Nuria; Rosa María; Francisco Cipriano; Vanesa; Ana Cristina; María Pilar. También Ramón atropellado por una ambulancia cuando prestaba ayuda a sus compañeros…

Seguís estando ahí, seguís vivos en nuestro recuerdo.

En vuestra memoria”.

 

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