La variedad de sabores en los snacks, especies de pescado nunca antes vistas y el gusto por el picante extremo llaman la atención en cualquier establecimiento alimentario de este país
La lista de la compra se hace mucho más versátil cuando se vive en el extranjero, las recetas de cocina de la abuela que con tanto mimo y cariño hemos guardado, se ven modificadas por la diferencia de los productos, de tal modo que algunos platos se vuelven difíciles de comer para nuestro paladar, otros en cambio se convierten en auténticos manjares dignos de una guía Michelin, bueno, tendríamos que saber que opinión tiene Chicote al respecto…
Y es que en China algo tan simple y cotidiano cómo ir al supermercado se puede convertir bien en una auténtica odisea llena de frustración, sobre todo si vas con prisa, o en un entretenimiento de lo más curioso.Hay pasillos que es difícil descifrar de qué tipo de productos se tratan y otros en los que nos pasamos un buen rato por lo chocante de lo que en ellos encontramos. En la sección de snacks y patatillas puedes encontrar un batiburrillo de sabores y especias de lo más estrambótico, patatillas sabor miel, pepino, pollo, tomate, marisco, cebolla, barbacoa, plátano, pescado, espárrago, limón, pimiento y algunas que solo alguien nacido en china puede identificar, pero lo que más abunda son las muy, muy picantes y es que en esta cultura gusta mucho todo lo que haga que tu paladar se encienda en llamas.
Como no podía ser de otra manera el arroz ocupa un lugar destacado en cualquier supermercado. Decenas de variedades se agolpan en bolsas de 4 kg o más, pero si la paella la vamos a preparar para pocos comensales, tenemos la opción de comprarlo a granel, aunque sospechamos que aquí nadie utiliza la famosa taza de medir.
Otro handicap a la hora de comprar son los productos frescos como el pescado o la carne. La sección pescadería que resulta más compleja que salir a la mar, aquí, los días de suerte podemos identificar algunas gambas, salmón, dorada, rodaballo, nécora y una especie parecida al calamar, el resto de pescados expuestos se escapan de lo que uno puede encontrar en nuestras rías Gallegas. Por no mencionar a las pobrecitas y dulces tortugas, que esperan pacientes en tinajas con agua para ser el manjar de sus sopas.
En cambio si hoy decidimos comer carne lo tenemos un poco más sencillo porque en esta sección encontraremos pollo, ternera o cerdo con facilidad, aunque su sabor muda mucho del que estamos acostumbrados en la península ibérica.
Y qué decir de lo que daríamos por encontrar una sección llena de productos, de esos que tanto añoramos típicos en nuestra dieta y costumbres. Seguimos soñando con que un día encontraremos un súper en el que haya una sección de charcutería, con aroma a ibéricos y recebo; y por qué no, a manchegos y tetilla.
A la hora de pagar el ticket final, este difiere mucho si tu carro viene cargado de alimentos locales o si por el contrario intentas llenarlo de productos importados, en el primero de los casos los precios son muy asequibles, fideos precocinados por 1,50 €, o frutas y verduras a precios muy bajos, mientras que si por el contrario tratas de mantener tus costumbres, tienes que estar dispuesto a pagar 6 € por un bote de mahonesa o 12 € por una botella de aceite de oliva.
Así que, a pesar de que este país tiene miles de años de tradición culinaria, yo me sigo quedando con nuestra maravillosa gastronomía.
Ah, se me olvidaba, si mis hijos pudieran leer esto, estoy segura que me dirían, “mamá te olvidaste de decir que tampoco hay ni colacao, ni gusanitos…”