La relación vecinal en este país asiático no va más allá de un Hola o un Adiós y subirse a un ascensor puede resultar una aventura en cada trayecto
Reza un dicho popular chino “Un vecino es mejor que un pariente lejano” (yuângín bú rú jin lín) y lo cierto, es que estoy completamente de acuerdo; pero estoy segura de que el creador de este dicho ha vivido en Galicia, porque en lo que a China se refiere, la relación con los vecinos no va más allá de un Hola (Ni hao) o Adios (Zái jián) y eso, los días de suerte.
Aquí en China vivimos en un una urbanización cerrada de 10 edificios de 30 y 34 pisos de altura, de esas con guardias en la puerta y una especie de torno con tarjeta electrónica, que te facilita la entrada y salida del recinto.
Vivir a 30 pisos de altura hace que se convierta en una rutina obligatoria la lista de la compra para no olvidar nada, además de ofrecerte interesantes escenas en los trayectos de sube y baja en los mega ascensores con capacidad para 15 personas. En estos viajes te puedes encontrar desde una moto real, no de juguete, 2 ó 3 carritos de bebés, varias personas fumando como si no hubiera un mañana, 4 repartidores de comida a domicilio, algo muy habitual aquí en China; incluso 3 perros con sus asimétricos looks, por supuesto de lo más extravagantes, junto con sus respectivos y orgullosos dueños. A todo esto podemos añadirle que si un niño o mascota necesita hacer sus necesidades no es problema, lo mismo que para cualquier adulto liberar gases…
La urbanización ofrece un espacio de confort dentro del caos que topamos en la ciudad, en ella podemos disfrutar de zonas verdes, dos parques infantiles, un campo de juego y una plaza con fuente en la que suelen realizarse espectáculos los días festivos, aunque para una familia de occidentales como nosotros, no es necesario una festividad, nosotros disfrutamos de mini espectáculos a diario.
El grupo de señoras que no falta a su cita diaria de baile, abuelitos arrinconados y solitarios que practican yoga o algún tipo de arte marcial, los niños que corren con sus monopatines eléctricos cada cual más moderno, grupos de mujeres sentadas en minimísimas sillas plegables quedándose casi de cuclillas que charlan y comen frutos, la vecina que a las 19:00 h de la tarde baja la basura con un picardías de lo más íntimo, las más jovencitas que hacen ejercicio como si estuvieran en el más prestigioso gimnasio… sentadillas, flexiones o cualquier tipo de ejercicio balístico sin olvidar las carreras hacia atrás. Y como no, el grupo de las súper abuelas que son las que más abundan, ataviadas con su paypay en la mano espantando todo tipo de insectos que se aproximen a sus retoños, cuidando que nada ni nadie se acerque a ellos demasiado.
Estas súper “abus” son las encargadas de cuidar a los peques durante las largas jornadas de trabajo de sus papás y también de mantener vivas tradiciones tan sorprendentes como en las que los bebés desde los primeros meses de vida no utilicen pañal.
¿Increíble verdad? ¿Y cómo lo hacen? Pues para ellos es muy sencillo, hasta ahora hemos podido ver dos estilos distintos. En el primero los pequeños van desnudos de cintura para abajo, sin que esto los limite a sentarte, jugar en el suelo, tirarse por el tobogán o incluso montar en bicicleta; y en el segundo van vestidos, pero llevan una abertura en sus pantalones que deja al descubierto sus partes íntimas para así poder orinar, o lo que se tercie y donde se le antoje.
¡Estamos impacientes por ver el método que utilizan con la llegada del invierno!