Empiezan las Navidades. Fechas de múltiples desplazamientos para ver a la familia y a los amigos. Estaciones y aeropuertos repletos. Unos llegan y otros se van. Resulta cotidiano. Tomando algo, en la cafetería de la estación, pienso cuál será el tema de mi siguiente publicación. Viajo en autobús. En él los viajes siempre resultan interminables. En cambio, esta vez fue diferente. Después de dos horas, algo me distanció de la pesadumbre del trayecto. Una pequeña reclamaba a su madre diciendo “¡Es un toro, mamá! Mira, como los de la tele”. Se trataba de la silueta del conocido toro de Osborne. O mejor dicho, del símbolo que se ha convertido en patrimonio cultural y artístico de los pueblos de España.
La Ley General de Carreteras de 1988 ordenó, en el artículo 24, que quedaba prohibida la publicidad en lugares visibles de las zonas públicas de las carreteras. Por ello, el Grupo Osborne decidió retirar la rotulación publicitaria Osborne-Sherry & Brandy. Eso sí, al toro lo convirtieron en un símbolo del pueblo español. No podía ser menos. La tauromaquia o como define, sorprendentemente, la RAE “el arte de lidiar toros” se considera una tradición popular en España. Personalmente, me cuesta ver arte donde existe crueldad. ¿Marear a un animal en un espacio cerrado hasta la hora de su muerte es arte? Curioso. Nunca pensé que se pudiese denominar así al clavado de banderillas en el lomo del toro. Será que los taurinos poseen una definición exclusiva de esta palabra. Para mí, el arte se caracteriza por su humanidad, su belleza y su personalidad. Aspectos que se alejan bastante del espectáculo taurino. El animal no muere dignamente. Sufre un lento y doloroso final mientras los fanáticos de las gradas aplauden. Por tanto, es vergonzoso y exasperante que se considere arte y tradición.
Y todavía hay más. La Real Federación Taurina de España ya existe. En su página web dan la bienvenida a todos los taurinos así “La pureza e integridad de la Fiesta, de los sagrados derechos de los espectadores y la propagación de su cultura milenaria”. ¿Fiesta? ¿Y qué pasa con los derechos de los animales? Acojonante. Eso y los millones de euros que se recaudan con este espectáculo. Según el diario EL MUNDO, los toros beneficiaron al Estado español con un IVA de 45 millones de euros en 2014. Una autentica unidad generadora de efectivos. Entre los toros y el fútbol vaya circo tenemos montado en España. En muchas regiones peninsulares, la actividad taurina no se lleva a cabo y el número de aficionados no es tan elevado. Es decir, muchas personas no nos sentimos representadas con este espectáculo y, aún así, tenemos que aguantar este tipo de clichés que se le atribuyen al país. Indignante.
Desde que somos niños nos enseñan que hay que respetar a los demás. Incluso, respetar lo que le gusta a los demás, aunque no lo compartamos. No obstante, ¿es posible respetar una tradición que escenifica el maltrato animal para el disfrute de algunos seres humanos? Simplemente espeluznante.
Firmado: María García Rodríguez, Graduada en Publicidad y Relaciones Públicas y especializada en Marketing Internacional y Comunicación.